miércoles, 24 de agosto de 2011

CURRANTES DE LA MÚSICA

Desmontando a las cinco y media de la madrugada

 El mes pasado y como cada año estábamos disfrutando de las fiestas en Alfarb. Una orquesta amenizaba la fiesta en la plaza y como la noche dio de sí, fuimos los últimos en abandonar el lugar. Mientras nos íbamos, la cantante y los músicos de esta modesta orquesta llamada "Pompeya", se pusieron manos a la obra para desmontar todo el escenario y cargarlo en un camión. Una organizada pero pesada tarea entre cables, focos y amplificadores... Eran más de las cinco de la madrugada.
 Les hice esta foto y pensé entonces en el mérito que tienen estas orquestas: llegan por la tarde a un pueblo, montan el tinglado, actúan y tocan durante más de 4 horas y luego lo dejan todo como estaba. En el peor de los casos tienen que aguantar a algún festero borracho que se les sube al escenario y a quien despachan con mucha mano izquierda y además, procuran atender las peticiones del personal. Comienzan con pasodobles para los más mayores y luego hacen un repaso de los éxitos de otros, los éxitos de los músicos que oficialmente están en la primera división.
 Muchos de estos artistas de carretera cantan y tocan igual o mejor que famosos cantantes que, a fin de cuentas, también cantan las canciones de otros. Quizás no se han reunido los factores y condicionantes adecuados para que triunfen en la música y llenen estadios, o quizás se conformen y disfruten yendo de pueblo en pueblo animando al personal. El caso es que estos artistas que nunca tendrán discos de oro ni platino, ni liderarán listas de ventas, merecen todo nuestro respeto por su esfuerzo diario, su talento y su entrega por la música.
 Hay una orquesta, no tan modesta como la citada anteriormente, que moviliza un poco más de personal y he tenido a oportunidad de escuchar tres veces este año...Va a parecer que voy de pueblo en pueblo buscando las fiestas. Se trata de "La Pato" una agrupación que suena realmente bien y que es bastante conocida en este mundo de currantes de la música. "La Pato" no renuncia a tocar los éxitos del año porque sabe que el público lo espera, pero destina gran parte de su espectáculo a popurries personales de canciones de los 80, de Queen, e incluso de rock en valencià, promocionando también a aquellos grupos que no salen en los 40 principales.
Así pues, a La Pato y a todas las orquestas que se pasan el verano recorriendo la comunidad, todo mi agradecimiento por brindarnos tantos momentos de diversión.


sábado, 20 de agosto de 2011

REGRESIÓN CINÉFILA


SUPER 8 de J.J. Abrams


No sé si con buen ojo comercial o no, Steven Spielberg y el director J.J. Abrams han ideado hacer un homenaje a las películas juveniles de la década de los 80. De este modo ha surgido SUPER 8: una mezcla casi perfecta de E.T. y Los Goonies donde en ningún momento se esconde el pretendido tributo. Para muestra el cartel que la anuncia, al más puro estilo del grafismo ochentero.
 SUPER 8 transcurre en la típica urbanización de casas unifamiliares sin vallas de separación con la acera, donde los chavales van en bici a todas partes y se comunican desde sus habitaciones con walky-talkies. Los protagonistas son un grupo de chicos de clase media, ignorados por la incomprensión de los adultos y que son testigos de un suceso extraordinario que les convierte en héroes de una aventura inimaginable en sus monótonas vidas. Así, aquellos que soñábamos con que nos pasara algo parecido a lo que vivían el Elliot de E.T. o la pandilla de Los Goonies, ahora pensamos que hace 25 años habríamos soñado con vivir una experiencia como la de SUPER 8.
Pero esta película no es solamente un homenaje a una época en la que los walkman y los juegos del spectrum eran lo máximo, también lo es a un modo de hacer cine juvenil donde los efectos especiales estaban al servicio de un guión más o menos trabajado, los personajes tenían una mínima definición y las historias eran narradas a un ritmo adecuado.
 Para un espectador de mi edad, que creció con aquellas películas, SUPER 8 es una experiencia de regresión cinéfila que resulta convincente y simpática. Si quitamos a la película todo el aspecto pretendidamente nostálgico, nos queda una historieta muy entretenida, bien contada, con unos entrañables jóvenes actores y el toque justo de sentimentalismo sin llegar a empalagar. Lo único reprochable es que nunca llega al nivel de las películas que quiere homenajear y es que en sus buscadas intenciones quizás se olvide un poco de brillar por sí misma. 
  Ahora bien, mi temor por esta película es el público juvenil del 2011, a quien también va dirigida. Los chavales de hoy están acostumbrados a un tipo de pelis donde, salvo honrosas excepciones, desde el minuto uno se asiste a un chorreo de efectos visuales ofrecidos a un ritmo vertiginoso de imágenes y acción sin tregua. Por eso imagino a un chaval viendo la estupenda media hora inicial de SUPER 8, donde se introduce la historia y se presenta a los personajes como es debido, con el cubo de palomitas en una mano, el móvil en la otra y diciéndose a sí mismo: ¿Pero aquí cuándo salen los monstruos?... Espero que no ocurra así y también capte al que indudablemente es su gran público.

martes, 16 de agosto de 2011

LA ESCENA MÁS TRISTE


 Era la típica noticia de relleno del informativo de hoy y contaba que, tras un "riguroso" estudio, un profesor californiano había determinado cuál era la escena más triste de la historia del cine. Antes de ver el lacrimógeno momento he pensado que a lo mejor coincidía con la que yo pienso que es la más desgarradora de las que he visto... Pero no ha sido así.
 Era lógico, el cine tiene innumerables escenas tristes y además hay que tener en cuenta el punto de vista de cada uno o el contexto personal en el que ves una película. Según este californiano, la escena en la que el público ha consumido más pañuelos es la muerte de John Voight en "Campéon" mientras el niño de la película llora amargamente y suplica a los que le rodean que hagan algo por el boxeador fallecido. Bueno, más que triste es muy lacrimógena...


Yo tengo siempre en mi mente otra escena: la de Meryl Streep en "La decisión de Sophie".
 Desde luego, la secuencia más triste del cine tenía que estar protagonizada por la actriz que más dramones ha protagonizado y por qué no decirlo, una de las mejores. En esta escena de la película de Allan J. Pakula, Streep interpreta a Sophie, una polaca que junto a sus dos pequeños, está en la cola para subir a un tren con destino a un campo de concentración nazi. Uno de los soldados que vigilan la cola se fija en ella y le suelta un piropo de lo más obsceno e inoportuno. Sophie aprovecha el momento para decir que es polaca, racialmente pura y cristiana devota, lo que debería suponer su salvación y la de los suyos. Al comprobar que ni ella ni sus hijos son judíos, le propone un macabro plan: el nazi considera que ser polaca es un delito menor que ser judío y por eso le concede el privilegio de decidir a cuál de sus dos hijos se llevan a un exterminio seguro. La pobre Sophie está aturdida, no puede creer que le estén obligando a elegir entre su hijo mayor y su pequeña a la que sostiene en brazos... El desenlace de la terrible escena lo dejo para los valientes que quieran ver el vídeo. A mí es un fragmento que me sacude por dentro y cuando lo vi en su momento me dejó hecho polvo durante un buen rato, así que luego no digáis que no os lo advertí:

Me pregunto si el profesor que ha hecho el estudio ha visto esta espeluznante secuencia

lunes, 15 de agosto de 2011

LIBROS REGALADOS


 Mi amiga Miriam y yo siempre nos regalamos un libro por nuestros respectivos cumpleaños y la verdad es que no siempre estamos acertados con el resultado final. Más que nada es una cuestión de suerte, ya que solemos buscar libros de los que tengamos buenas referencias, pero con el pequeño detalle de no haberlos leído previamente, lo que minimizaría el riesgo de fracasar. Miriam me ha regalado libros buenísimos como "Brooklyn follies" de Auster y otros horribles como uno de un tal Marc Levy que ni pude terminar. Yo creo que también he patinado alguna vez, pero este intercambio anual nos hace gracia y nos gustaría mantenerlo por mucho tiempo. 
 Este año Miriam iba sobre seguro: un autor de prestigio, un libro premiado y una sinopsis que prometía una trama entretenida. Admito que al principio me daba pereza otra historia basada en los sucesos del 36, pero "Riña de gatos" te atrapa rápidamente en su historia deshaciendo cualquier prejuicio previo. Mendoza se aleja aquí de sus obras más cómicas para narrarnos la historia de un joven inglés experto en arte que acude a Madrid para autenticar y valorar una colección de cuadros. Uno de las obras va a ser clave en la inminente Guerra Civil, así que, sin pretenderlo, el inglés se convierte en el centro de un enrevesado embrollo de conspiraciones políticas, pasiones amorosas y amenazas de muerte.
  El libro combina personajes reales y ficticios y alterna su trama principal con descriptivos pasajes históricos que hacen que el interés de la historia vaya un poco a trompicones. En una misma obra se mezclan amoríos, persecuciones, detallados análisis pictóricos, descripciones de la sociedad de la época y auténcticas lecciones de historia que no siempre terminan de mezclarse con éxito. La novela aguanta muy bien hasta bien pasada la mitad pero a la hora de ir atando cabos recurre a recursos de vodevil y aparatosas casualidades que hacen que el resultado final sea un poco decepcionante en mi humilde opinión.
  Una lástima, porque parecía que este año el éxito estaba garantizado. No he leído las grandes obras de este autor como "La verdad sobre el caso Savolta" o "La ciudad de los prodigios", mi única referencia era la divertida "Sin noticias de Gurb", así que por supuesto le daré más oportunidades.
Ahora me toca a mí regalar libro y como no soy vengativo, me esforzaré en buscar la novela más adecuada. A ver si hay suerte.

jueves, 11 de agosto de 2011

EL PESO DE LOS SUEÑOS



Una de las versiones de "La pesadilla"

 Recibo una llamada del colegio donde estudié, por lo visto ha habido algún error administrativo y resulta que tengo suspendida la materia de Física de C.O.U. Angustiado, les explico que tengo una licenciatura y una oposición aprobada, que tiene que haber algún tipo de error. Después de un par de inflexibles respuestas al otro lado del teléfono, la situación se torna insostenible y me despierto. Tras unos segundos de desconcierto, compruebo que no ha sido más que uno de los dos o tres sueños recurrentes que me persiguen durante años.
 Mis pesadillas no son terroríficos momentos de pánico donde mi vida corre peligro, son pensamientos que de alguna manera se han enquistado en mi subconsciente y de tanto en tanto, se abren paso entre mis sueños. La Física de C.O.U me trajo muchos quebraderos de cabeza y aunqué la aprobé al final del curso, siempre he pensado que nunca llegué al cinco. Esa pequeña mancha o esa sensación de no haberlo conseguido por mí mismo es recordada a menudo por mi cruel e implacable cerebro.
 Antiguamente se pensaba que las pesadillas eran provocadas por monstruos nocturnos que entraban en los dormitorios y se sentaban en nuestro pecho mientras dormíamos. La opresión causada nos llevaba a esa situación asfixiante que vivimos en las pesadillas. Esta creencia fue plasmada por el pintor Henry Fuseli en varias versiones de su cuadro "La Pesadilla". Así pues, el término "pesadilla" se refiere al peso que dichos monstruos ejercían sobre nuestro pecho. Como he citado antes, yo tengo dos o tres monstruos que, de vez en cuando, me visitan para recordarme, o más bien para castigarme, con pequeñas llagas de mi conciencia. Lo más curioso es que hoy en día vivo con la conciencia tranquila y feliz. He superado cosas mucho más costosas que la Física de COU y no sólo en el ámbito académico. Pero imagino que esos monstruos, vengan por la razón que vengan, se sientan sobre mi pecho para recordarme que no me relaje y que me esfuerce en cada reto que la vida me ponga por delante.

¿Tendrá mi monstruo el rostro de la profesora de Física?

jueves, 4 de agosto de 2011

FAUNA PLAYERA


 Hace unos días me fui a pasar la tarde a la playa con intención de bañarme, tumbarme al sol y leer un rato. Encontré un buen hueco para mi relajado plan  cerca de la orilla al lado de una familia con un niño de unos tres años. Todo discurría tranquilamente hasta que el padre de mis vecinos de toalla se dispuso a dar un baño. En ese momento, el hijo dejó de jugar con la arena y se puso a llorar al ver que su padre se metía en el agua. El niño lloraba con más intensidad gritando a su padre que volviera y su madre, desde la hamaca, le intentaba calmar diciendo que a su padre no le iba a pasar nada en el mar.
 El llanto del niño era del todo desesperado y todos los que estábamos alrededor dejamos lo que estábamos haciendo curiosos por la reacción del niño. La madre advirtió nuestro interés y nos explicó que hacía unos días el niño se había ido de pesca con su padre. Por lo visto el padre había tropezado y caído al río de forma aparatosa quedando  el niño solo durante unos segundos viendo como a su padre se lo había tragado el agua. Desde entonces el niño había cogido un miedo terrible al agua y al ver a su padre meterse en el mar pensaba que ya no iba a volver más.
 El niño seguía llorando y gritando, extendía sus brazos hacia el mar donde su padre, ajeno al drama formado, se hacía cada vez más pequeñito entre las olas. En ese momento me puse en la piel del niño, que probablemente pensaba que a su padre se lo iba a llevar el mar para siempre, y me dieron ganas de ir a consolarle, ya que la madre desde su hamaca y comiendo ganchitos no estaba consiguiendo mucho.
 Finalmente el largo baño del padre terminó, pero el llanto del pequeño no cesó hasta que su padre llegó a la orilla. La madre le explicó lo que había ocurrido con su hijo y esperé que el padre le calmara haciéndole ver que no le había pasado nada o incluso acompañándole al agua para que comprobara que en todo momento hacía pie... pero no, nada de eso. El padre, al ver a su hijo secándose las lágrimas y corriendo hacia él, simplemente soltó a voz en grito: ¡Qué pesao es este niño!¡A tomar por culo!
 Y tranquilamente se tumbó en la toalla mientras yo reprimía las ganas de tirarle el libro a la cabeza.
Imaginé la cantidad de veces que, a lo largo de su vida, el pobre niño iba a recibir perlas como ésa del mendrugo de su padre. Pensé en ese niño llegando como alumno mío a un instituto con una educación maltrecha y una aplastante falta de afecto que pagará sin piedad con sus compañeros y profesores. Sé que a los padres no se les da un manual y que desde fuera todo se ve muy fácil, pero si esos detalles no se subsanan pronto luego es demasiado tarde y es cuando un alumno te suelta algo como: ¿Pero qué dice este flipao? ...En el más suave de los casos.

martes, 2 de agosto de 2011

POTTER DESENFOCADO



Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte II

Después de 7 libros y 8 películas, una de las sagas más exitosas de la historia del cine ha llegado a su fin. Esta última entrega es probablemente la que tiene más acción y garantiza casi dos horas de entretenimiento, al que se le añade, como sello de la casa, unos brillantes efectos visuales y una vistosa y cuidada ambientación. En mi opinión, la tercera entrega, la única que dirigió Alfonso Cuarón, sigue siendo la mejor y más personal de toda la saga.
Como sabéis, esta última parte ha sido dividida en dos películas, la primera de ellas fue estrenada el pasado Noviembre. Ahora que se han visto las dos partes de "Harry Potter y las reliquias de la muerte" ha quedado claro que la estrategia de dividir el séptimo libro en dos pelis responde únicamente a intereses comerciales. "Las reliquias de la muerte" podía haber sido una gran película de casi tres horas. Con este sistema, la primera parte quedó demasiado estirada y ésta bastante precipitada, ya que el broche final es algo brusco y después de 10 años se podían haber recreado un poco más en el esperado desenlace.
 En cualquier caso, es indudable que esta saga cinematográfica ha mantenido fiel a toda una generación diez años posterior a la mía, a pesar de los altibajos. No quiero pensar lo que habría significado para mí si llego a nacer entre finales de los 80 y principios de los 90... Hubiera sido capaz de ir disfrazado al cine del mismo modo que hice cola desde las 9 de la mañana cuando estrenaron el Episodio 1 de Star Wars. Aunque los de mi generación disfrutamos con las pelis de Indiana Jones y las citadas de Star Wars, si me pongo a pensar y aunque suene raro, a mí la saga que más marcó mi infancia/adolescencia fue sin duda la de "Pesadilla en Elm Street". De hecho, una revista de cine de terror que tuvo una vida efímera organizó un club de fans de Freddy Krueger al que, por supuesto, me apunté.

Mi héroe de la infancia

Volviendo al final de Potter, capítulo aparte merece la sala donde la vi. En mi adorado ABC Park del centro de Valencia, la proyección de la película no pudo ser peor: la imagen se desenfocaba constantemente y cuando era nítida tenía manchas e imperfecciones y todo ello después de haber pagado 7 euros con diez céntimos. Debimos habernos quejado.
 En estos tiempos en los que el número de espectadores va en descenso y los cines del centro desaparecen, los responsables de este cine hacen un flaco favor ofreciendo tan mala calidad. Lo peor es que no es la primera vez que me ocurre. Yo que soy de los que aún valoro el hecho de ir a un cine por sí mismo y que me dejo mucho dinero en entradas de cine, no merezco este lamentable servicio. Además, si quiero ver algo desenfocado de verdad y encima gracioso, me pongo esta escena de "Desmontando a Harry" de Woody Allen: