martes, 31 de mayo de 2011

LOS ADICTOS


  Érase una vez un instituto de educación secundaria situado en el extrarradio de una capital de provincias. Los profesores advirtieron que al entrar al centro cada mañana, un reducido grupo de alumnos se reunía en la calle para leer libros. Los muchachos, entre 13 y 15 años, se acurrucaban sentados en la acera con un libro entre sus manos. Los comentaban y los compartían cuando leían algo interesante. Si algún amigo se acercaba a ese grupo, le recibían amablemente y le prestaban un libro para que no se quedara sin leer. Procuraban ponerse en una zona de paso visible y pasaban las páginas de su libro de manera desafiante cuando un profesor o cualquier adulto reparaba en ellos.
 El equipo docente del centro estaba alarmado al ver que el ritual se producía cada mañana. Además, algo encontraban los muchachos en aquellas lecturas que les elevaba a un estado de relajación y somnolencia que impedía que se pudiera trabajar con ellos durante las primeras horas. Pasada la media mañana, la situación cambiaba por completo: se despertaba en ellos una furia contra todo lo que les rodeaba y actuaban de forma agresiva ante sus compañeros y profesores. Daban igual las lecturas y contenidos que los profesores les trataban de inculcar, daba igual si se esforzaban para que sus clases fueran más amenas, más lúdicas... Ellos sólo pensaban en leer.



Si trataban de explicarles lo que podía ocasionarles un exceso de literatura a tan temprana edad, reaccionaban con incredulidad. Intentaban hacerles ver cómo tanta lectura afectaba al desarrollo de su mente y a su salud en general. Les ponían ejemplos de conocidos que habían echado su vida a perder por culpa de tanto libro, incluso les invitaban a charlas de personas que, como esos alumnos, se habían iniciado en la lectura siendo unos niños y habían podido reconducir su vida. Era inútil.
 La frustración e impotencia empezó a crecer entre el cuerpo docente, su esfuerzo era en vano. Sabían que lo poco que podían hacer desde el centro era probablemente tirado por tierra en unos minutos en la calle. La presión de la calle, del grupo, era demasiado fuerte. Mientras, se empezaron a detectar casos de libros que habían sido introducidos en el instituto y a pesar de la extrema vigilancia, se tuvo que expulsar a un alumno por leer a escondidas el Ulises de Joyce en los baños.
  Este creciente grupo de alumnos se pasaba, según  contaban, todo el fin de semana leyendo sin parar. Su único tema de conversación era la lectura y sentían adoración por aquellos que les prestaban los libros.  Incluso uno de los adictos fue detenido un domingo por la mañana, por romper las ventanas de una biblioteca en pleno síndrome de abstinencia.
 Los profesores necesitaban  ayuda y buscaron aliados entre los familiares. Cuando explicaban el caso a los padres o madres, éstos no se mostraban sorprendidos ni indignados. Lo peor es que intentaban quitar hierro al asunto y se escudaban diciendo que eso era "cosa de críos". Algunos de estos chicos vivían en un ambiente inestable, a veces hostil, y como mucho zanjaban el asunto con un "hablaré con él/ella en casa". Pero los profesores percibían que era una respuesta complaciente para que dejaran de insistir.
  Aunque había familias colaboradoras ( curioso , ya que deberían ser los profesores los colaboradores) estaban alucinados por la escasa respuesta familiar y sólo cuando se enteraron del por qué de tanta dejadez, entendieron que estaban solos en esta lucha: varios de estos padres leían en casa delante de sus hijos, compartían con ellos algunos libros y lo que es peor, lo hacían delante de sus hijos más pequeños.
  El profesorado decidió no desanimarse y seguir intentándolo. Quizás cuando estos chicos crecieran, valorarían que hubo un grupo de profesores que ya les advirtió lo que les podía suceder, aunque fuera demasiado tarde.


jueves, 26 de mayo de 2011

PELIS Y MAPAS

Cuando sube la temperatura, como lo ha hecho esta semana, también sube la impertinencia y la irritabilidad dentro de las recalentadas aulas. Dar clase en un ambiente tan tenso y sofocante hace que respires aliviado cuando el aire acondicionado del coche te confirma el fin de la jornada. Si además el regreso a casa tiene un nuevo acompañamiento musical, el momento de evasión se cumple totalmente. Estos días estoy escuchando el nuevo trabajo de Vetusta Morla: "Mapas".
 En este nuevo disco, el grupo madrileño  da un paso más en la confirmación de su propio estilo. Aunque suelen ser catalogados dentro del pop-rock "alternativo", más allá de toda etiqueta, han conseguido que sus melodías, arreglos y voces se desmarquen de otros grupos. Lo que me gusta de este nuevo disco, es que las canciones están muy trabajadas y cuentan con muchos detalles que no pueden ser apreciados a la primera. Aún es pronto para decidir si "Mapas" supera al anterior trabajo (Un día en el mundo), pero sin duda, es un muy buen disco que tendré la oportunidad de escuchar en vivo el próximo 23 de Julio en Valencia.


 Desde que la piratería empezó a hacer estragos, las discográficas han probado todo tipo de estrategias para aumentar las ventas de CDs: hay discos que se acompañan de DVDs o libros, para que el gasto cunda más, o adornan los trabajos en lujosas presentaciones que ahora se les llama "ediciones de coleccionista". Muchos grupos han optado, con mucha sensatez y sentido práctico, por demostrar su calidad y rentabilidad económica en los escenarios y dejan la compra del CD como una opción secundaria. De hecho, se puede escuchar el nuevo trabajo íntegro de Vetusta Morla en su web sin ningún problema. Me parece una opción inteligente y que se adapta a los nuevos tiempos.
 Yo escuché su disco en la web y el lunes me lo compré porque me gusta tener el original de los discos y películas que sé que voy a rentabilizar. Además, con la compra del disco, Vetusta Morla ofrece algo más: un creativo trabajo de diseño al acompañar el CD con 12 postales que contienen las letras de las canciones:


 Otra buena y refrescante manera de evadirse de una semana agobiante, ha sido acudir a los preestrenos ofrecidos por el Club Diario Levante. Esta semana han ofrecido programa doble.
 Al primero no asistí porque ya la había visto en la reciente Mostra de Valencia. La comento porque la estrenan mañana y es muy recomendable. Se trata de "Pequeñas mentiras sin importancia", una película francesa que ha sido un auténtico bombazo en ese país, al superar en recaudación a taquillazos americanos como "Origen".



 Definirla como una versión francesa de "Los amigos de Peter" es tan acertado como injusto. Es cierto que básicamente cuenta las vivencias de un grupo de amigos que se reúne cada año en la casa de uno de ellos en la playa, pero el film va un poco más allá: nos presenta a una generación de adultos donde hay tanta inmadurez e insatisfacción como en la de un grupo adolescente. Me pregunto si pretende ser un retrato de la sociedad actual... Lo sea o no, "Pequeñas mentiras sin importancia" es una entretenidísima mezcla de comedia y drama que os hará reír y a alguno que otro va a emocionar. Las entrelazadas historias de sus personajes están perfectamente interpretadas por un grupo de actores sobresalientes. Además, como ocurría en "Los amigos de Peter", cuenta con una acertada selección de canciones en su banda sonora.
 Esta variedad de situaciones de todo tipo en su argumento, están combinadas de tal forma que pienso que es una película que tiene la extraordinaria capacidad de agradar a todo tipo de paladares. Las críticas no han sido tan entusiastas  ya que le achacan  que no siga unos patrones muy novedosos, así como algún momento sensiblero innecesario. Estoy de acuerdo, pero sus virtudes de cara al público compensan de largo.
 Una película que os hará reflexionar sobre las amistades de toda la vida, aquellas que con el paso del tiempo y a pesar de los pesares, se han asentado y se mantienen firmes e inalterables.
 El segundo preestreno de esta semana ha sido "Nowhere boy", una película británica que cuenta la dramática adolescencia de John Lennon y cómo se gestó lo que luego fue el grupo musical más importante de la historia: The Beatles



  "Nowhere boy" es una película correcta, bien contada, de la que no sales entusiasmado pero a la que tampoco puedes reprocharle gran cosa. El film narra una parte interesante y crucial de la vida de John Lennon y la primera sensación que queda es la de querer que hagan más películas sobre Lennon a partir de ésta. Su vida y la de los Beatles tiene ingredientes sobrados para un par de buenas películas más.
 La verdad es que lo más atractivo de la película no es precisamente el personaje de Lennon, sino el de su excéntrica madre y el de la mujer que verdaderamente le crió: su tía Mimi. El duelo entre estas dos mujeres por la educación del joven Lennon es el tema principal de la película, y va progresando e influyendo en el nacimiento y creación del mítico grupo. Gran parte de este acierto se debe al gran trabajo de las dos actrices que los interpretan: Kristin Scott Thomas y Ann Marie Duff
 En definitiva, una semana que va llegando a su fin y que ha sido amenizada y sobrellevada por estas novedades musicales y cinematográficas... El problema es que el calor irá en aumento y el mes que queda con los alumnos promete ser intenso.

sábado, 21 de mayo de 2011

MEDIANOCHE EN PARÍS




 Tenía 16 años cuando vi París por primera y única vez. Era en un viaje fin de curso de 3º de BUP en el que también estuvimos en Amsterdam. Tengo bastantes recuerdos de ese viaje pero muy pocos de la ciudad en sí. De hecho, siempre he pensado que París es una ciudad que no exploré como es debido y que está pendiente que vuelva para conocerla bien. Cuando comienza "Medianoche en París" Woody Allen nos ofrece una estupenda sucesión de imágenes de lugares y rincones destacados de la capital francesa. Un homenaje a la ciudad que es ya un sello de identidad en su filmografía y que recuerda al que en muchas ocasiones ha hecho de su idolatrada Manhattan. El caso es que la primera sensación que tuve al comenzar la película es la de "tengo que volver a París, pero ya".
 "Medianoche en París" nos ofrece una historia muy original, una comedia con grandes dosis de fantasía que consigue crear una atmósfera que envuelve al público y lo eleva a un estado placentero durante hora y media. La película es una divertida, luminosa y bonita comedia romántica que cuenta con momentos geniales. En su historia,  Allen reflexiona sobre la nostalgia y la idealización de que cualquier tiempo pasado fue mejor y si este hecho nos impide afrontar con valentía las dificultades del presente. "Medianoche en París" nos propone un ocurrente viaje en el tiempo a través de un protagonista (buen trabajo de Owen Wilson) que se codeará con las más destacadas figuras del arte y la literatura de los años veinte. 
 El resultado es satisfactorio (notable, pero no sobresaliente) y sobre todo, superior a su anterior película. Pero pienso que aún podría haber sacado más partido de su magnífico argumento. Podría haber desarrollado más algunos detalles y personajes. Me queda la sensación de que el Allen de hace unos años le habría dado un repaso más a su guión y el desenlace no parecería tan precipitado al acercarse a su hora y media habitual. Y es que esta vez ni siquiera ha pasado un año de su anterior película. No sé por qué se da tanta prisa... o a lo mejor es que yo , como el protagonista de esta peli, idealizo al Woody de tiempos pasados, aquel que nos regaló "Hannah y sus hermanas", "Manhattan", "Delitos y faltas" y una veintena de ejemplos más.
 A pesar de esto, una película encantadora y muy recomendable.

lunes, 16 de mayo de 2011

CUANDO EL PÚBLICO ENTRA EN ESCENA


"Hair" el musical

 Hace unos meses publiqué una entrada sobre la película "Hair" de Milos Forman y cómo me había marcado cuando tenía unos 17 o 18 años. Por esta razón iba con mucha ilusión a verla en su formato original: los escenarios.
 Lo primero que comprobé, es que la película supera con creces a la original versión teatral, por lo menos en cuanto a su argumento. Supongo que el cine es un medio que se presta a desarrollar más las historias por aquello de las diferentes localizaciones, pero es que la historia que presenciamos ayer entre canción y canción era demasiado simple. La verdad es que el film de 1979 supo aprovechar al máximo el texto teatral y su desenlace es más original. Quizás al ir tan condicionado por la película me llevé una pequeña decepción.
 La obra original de finales de los 60 creó una gran controversia por el tratamiento del tema de las drogas, las irreverentes mofas a la religión, la desnudez en el escenario y el vocabulario de algunos diálogos. En su día fue un escándalo que llegó hasta el Tribunal Supremo en Estados Unidos, pero finalmente el espíritu libre que desprende "Hair" venció en los tribunales y supuso el fin de la censura en los escenarios teatrales.
  Hoy en día, esos momentos tan controvertidos pueden resultar ingenuos con lo que ha llovido desde entonces. De todas formas, hubo un payaso que quiso denunciar la actual versión en Barcelona porque el hecho de que los actores fumaran en escena (se aclaró que eran cigarros de hierbas legales) contravenía la actual ley antitabaco. Con los años las polémicas son otras, pero parece que esta obra nunca se libra de ninguna.
 Aunque he visto musicales bastante mejores y con menos altibajos, reconozco que salí contento y disfruté mucho en algunos momentos. Como ya esperaba que las canciones que tantas veces había oído en su verisón original en inglés estuvieran traducidas, me acostumbré rápidamente a que The dawning of the age of aquarius fuera el comienzo de la era de acuario, o que Let the sunshine in fuera Abre el alma a la luz del Sol. Eso sí, tuvieron el detalle de que en el estribillo del tema que da título a la obra no dijeran "pelo, pelo, pelo". Además, y no es la primera vez que me pasa con un musical en este teatro, el sonido está calibrado de manera que el volumen de la música impide muchas veces escuchar la letra, así que daba igual si estaba o no traducida. Una lástima, porque los actores cantaban fenomenal.

Vosotros en el escenario y yo en la butaca, por favor.

Estimados hippies:
 Me encanta ir al teatro porque el hecho de tener a los actores creyéndose sus personajes a sólo unos metros de ti hace que las historias se vivan de manera muy diferente al cine, como más cercano. No es que sea ni mejor ni peor, pero sin duda es especial. Ahora bien, yo he pagado para verte trabajar y que me transmitas lo que quieras y lo que sepas, pero por favor, dejad tranquilo el espacio vital que rodea  mi butaca, que uno es muy vergonzoso. A ver, no penséis que soy un amargado, es simple timidez. Si yo entiendo que siendo la obra que es, queréis hacer partícipe al público de los principios básicos del movimiento hippie, pero en vez de relajarme y divertirme con el espectáculo estoy pensando todo el rato "que no me toque a mí, que no me toque a mí"



 Los actores y actrices de "Hair" rompen la barrera del escenario y circulan alegremente entre las butacas: te abrazan,te dan flores, te acarician el pelo o se suben a tus reposabrazos haciendo movimientos insinuantes. Este hecho hizo que me costara casi una hora poder relajarme y entrar en el juego. Aunque creo que mi amigo Jorge aún lo pasó peor: cada vez que el reparto bajaba del escenario, se agarraba con todas sus fuerzas a su asiento deseando que pasaran de largo.
 Admito que pasado el tiempo cambié de actitud. No sé si porque me contagié del buen rollo que ofrecia el espectáculo o porque quería amortizar los 40 eurazos de la entrada. El caso es que acabamos subidos al escenario, margarita en mano, a cantar y bailar el número de despedida entre los actores. Puede que la obra no fuera todo lo buena que esperaba, pero acabé pasándolo muy bien y sobre todo, nos quedamos con la broma de sentir que habíamos "actuado" en el escenario del Olympia.


Fotos que nos hizo Jorge de nuestro momentazo en el escenario, aunque él tuvo que ser convencido por uno de los hippies de la tribu. María, Laura y yo, en cambio, estábamos encantados.

sábado, 14 de mayo de 2011

CUANDO LOS CINES RESUCITAN


 Hace unos días me llevé una desilusión cuando me enteré que los cines UGC de Valencia cerraban. Yo comprendía que cerraran las desérticas tiendas y restaurantes de las tres plantas del centro comercial donde se encontraban los cines, pero me consta que estas salas tenían su público. Nadie visitaba ese centro comercial para ir de compras estando tan cerca "Nuevo centro", pero sus cines ofrecían algo diferente: proyectaban algunas películas en versión original sin que este modo de ver cine fuera exclusivo de selectas obras de "arte y ensayo" y además, tenían sesiones matinales estupendas que más de una vez disfruté.
 El caso es que la empresa Yelmo ha comprado estos cines y los reabrirá mañana viernes, prometiendo que mantendrán un "hueco" para la versión original. Evidentemente ya no se llamarán UGC, lo que parecía más el nombre de un sindicato que el de un cine, y creo que pasarán a llamarse Yelmo Cines Valencia. Un derroche de ingenio. Aunque lo que verdaderamente importa es que, por esta vez, unos cines se han salvado de la quema.
 Durante los últimos años hemos asistido a la desaparición de numerosos cines del centro de Valencia, todos ellos cargados de recuerdos imborrables y testigos mudos de un sinfín de vivencias. De hecho, sé de una pareja muy cercana a mí que se conoció en los cines Martí.
 Algunos aún se mantienen como edificos cerrados y abandonados, otros son tiendas de ropa o despachos. Como cantaba Serrat en su tema "Los fantasmas del Roxy", miles de personajes del celuloide se quedaron vagando por la salas vacías sin un público que compartiera con ellos su existencia.
 No hay que olvidarse de los cines de los pueblos, que junto con la iglesia, centraban la actividad dominical hace varias décadas. Aunque semiderruidos, algunos de ellos aún siguen en pie resistiendo el olvido y el deterioro del tiempo. Un ejemplo es el antiguo cine Bahía de Santa Pola, localidad donde viví y que ahora cuenta con unas modernas multisalas. El viejo edificio del Bahía me recordaba mucho al de Cinema Paradiso, la película que mejor refleja la pasión por el cine


 Volviendo a Valencia, entiendo que la inmesa variedad de canales televisivos y el pirateo hayan desplazado la mayoría de cines a centros comerciales de la periferia, pero se echa de menos el cine Serrano, Rex, Capitol, Tyris, Artis, Oeste, Gran Vía, Martí, Acteón, Aula 7, Aragón y los más recientemente desaparecidos Albatros. Sé que muchos me creeréis si os digo que sería capaz de recordar en qué sala he visto cada película. Me equivocaría en muy pocas.
 Aunque os suene extraño, estar sentado en la butaca de un cine a punto de disfrutar de la película es una de las formas más fáciles y sencillas de encontrarme realmente feliz. Parece que no soy el único nostágico por estas tierras, ya que la revista Agenda Urbana está movilizando una especie de romántica protesta para reivindicar el regreso de los cines al centro de la ciudad. Se trata de una serie de adhesivos que han de ser firmados y pegados allá donde hubo un cine.

 Están preparando una concentración para el día 20, pero si vais por el centro fijaos en los antiguos cines Capitol o Martí que ya cuentan con numerosas pegatinas. Supongo que hasta ellos mismos sabrán que todo quedará en una simple protesta, pero la idea me parece original. Yo ya me he hecho con la mía, pero no sé bien donde plasmar mi deseo nostágico. Quizás en el Zara donde estaba el cine Serrano me miren mal si les pongo la pegatina en el escaparate... 

Los antiguos cines Martí de Valencia...

martes, 10 de mayo de 2011

LOS CAMPANEROS o mi saludo al Excelentísimo




Una de las múltiples dedicaciones de mi polifacético compañero Norberto es la de pertenecer al Gremi de Campaners Valencians. A finales de los 80, Norberto y otros aficionados fundaron esta asociación con la idea de recuperar el volteo manual de las campanas de la Catedral. Actualmente sólo una de las once campanas cuenta con un motor, el resto se hacen sonar con la ayuda de dos o tres personas por cada campana. Aprovechando que era día de festividad religiosa, Norberto nos invitó a unas compañeras y a mí a lo que podría denominarse un concierto de campanas.
 Así pues, a eso de las 11:30 cuando la Catedral ya estaba más despejada del fanatismo del traslado de la Virgen, subimos hasta el campanario del Micalet para disfrutar del evento. La sala del campanario está rodeada por once campanas que datan de los siglos XVI y XVII y cuyo peso en algunas de ellas, se acerca a las cuatro toneladas. Es curioso que cada campana tiene un nombre propio, de esta manera los campaneros se distribuyen entre "Jaume", "Maria", "Andreu" o "Vicent" para prepararse para el volteo.



  La vibración que se siente una vez las ponen en movimiento es similar a una "mascletà" pero más duradera y  musical. Norberto nos recomendó descalzarnos para sentirlo aún más, pero como vimos que nadie  lo hacía lo dejamos para otra ocasión. Pero lo que más me impresionó es la temeridad y el valor de los campaneros: normalmente se sitúan dos a cada lado tirando de las cuerdas y uno en el centro dirigiendo el volteo o frenándola en su caso. Pues bien, a esta tercera persona le pasa la pesadísima campana a escasos centímetros de su cabeza. Lo impactante es que en vez de tirarse al suelo cada vez que ven acercarse a semejante monstruo como haríamos los demás, conocen el momento exacto en el que simplemente ladeando ligeramente la cabeza con extrema precisión, la campana pasa a ras de su cuero cabelludo. Hasta que te acostumbras a verlo piensas que en cada giro de la campana va a ocurrir una desgracia.


Norberto (a la derecha) dándolo todo al tirar de la cuerda

 Tras varios "pases" de tan sorprendente espectáculo, la puerta de la sala se cerró al público porque recibimos la visita del mismísimo Arzobispo de Valencia. Cuando le vi entrar en la sala con su atuendo impecable y un crucifijo de oro cuyo resplandor serviría para sacar todos los demonios de mi cuerpo, pensé en huir sigilosamente. Como salir hubiera sido algo indiscreto y al ver que mis compañeras no le daban ninguna importancia a la encerrona pues allí me quedé pensando, nunca mejor dicho, que "con la iglesia hemos topado". El arzobispo, muy correctamente, saludó uno a uno a todos los presentes y casualmente yo era el último del círculo que se había formado ante él. Mientras veía como el resto le hacía reverencias e incluso los más fieles le besaban el anillo, cuyo brillo competía con el de su crucifijo exorcizador, yo pensaba que si la camiseta de "El padrino" que llevaba podía resultar irreverente. También me asaltó la rebeldía de si el arzobispo se conformaría con un saludo formal, sin reverencia alguna, como ciudadano agnóstico y respetuoso que me considero. El ahora sobrevalorado momento  llegó y le di la mano como a una persona más, aunque agaché la cabeza, pero sólo para evitar salir en las fotos que un periodista de no sé qué publicación religiosa hacía sin parar. Mi encuentro con el clero quedará como anécdota simpática pero nada comparable a lo que disfruté con el concierto del campanario. Espero repetir en la próxima ocasión. Gracias Norberto.



Curiosidad: Este agujero está en el centro del suelo del campanario y llega hasta la base del Micalet. Antiguamente, pasaba por el mismo una cuerda para que el campanero que en esos tiempos vivía en la Catedral, pudiera voltear una campana desde sus aposentos.

miércoles, 4 de mayo de 2011

LOS TURISTAS


 Cuando uno viaja, deja de lado parte de su propia personalidad para convertirse en esa subespecie humana denominada "turista". Hay quienes sucumben más o menos al arquetipo en cuestión, pero nadie se libra de ser fácilmente identificado como tal, bien sea por llevar una cámara colgando o por hacer una interminable cola en un museo.
 En mi último viaje a Pisa y Florencia me metí en el personaje con facilidad: compré souvenirs compulsivamente, hice múltiples fotos a cada rincón y procuré degustar la gastronomía propia del lugar. Ahora bien, donde mejor se identifica a un turista es en su capacidad de hacer colas por casi todo. En este viaje he hecho las evidentes colas para entrar a iglesias, edificios y museos. Pero también he hecho cola para hacer una foto, disfrutar de una vista y, lo más vergonzoso, he llegado a hacer una cola sin saber exactamente para qué era.
 Otra característica de los turistas es la de despojarse del sentido del ridículo nada más llegar a su destino: nos sentimos con el deber de hacer como autómatas lo que el resto de turistas hace, sin importarnos la dignidad y la reputación... si es que alguna vez la hemos adquirido. Al llegar a la Piazza dei Miracoli en Pisa, te encuentras con numerosos turistas que parecen estar haciendo el número del mimo en el espejo, pero de lado. La estampa es impactante, pero en vez de reirte de ellos te unes, sin pensarlo, a su ritual de posturas para que salgan fotos como éstas:


 Pasé de Pisa a Florencia con la etiqueta de "turista" pegada en mi frente y dispuesto a seguir disfrutando del personaje. En esta ciudad, más de 40.000 turistas transitan a diario como zombies por su zona central. Si a eso le añadimos que las aceras se reducen a la mínima expresión y que prácticamente no hay zonas libres de coches y motos, el panorama puede resultar agobiante. Una noche, me encontré un letrero en inglés que decía algo así: ¿Por qué llamarlo temporada de turistas si no podemos dispararles?
 En ese momento me puse en el lugar del florentino/a que por trabajo ha de atravesar el centro cada día y se topa con los ríos de turistas acaparando descontroladamente todo el espacio transitable. Al día siguiente, una vez ya teníamos controlado el mapa y sabíamos cómo llegar a cada sitio, experimentamos la paradójica sensación de ser turista y que te estorben el resto de turistas lentos y desorientados. Entendí que los florentinos se sintieran incómodos ante nuestra apabullante invasión, pero el mensaje no me hizo salir de mi personaje.



 Rápidamente pensé en el dinero que me había dejado gustosamente ese día en comidas, entradas, souvenirs y alquiler de apartamento. Luego lo multipliqué por 40.000 y pensé que era sobradamente justificado que ese florentino/a se levantara un poco antes si quería llegar a su trabajo en el centro, si es que ésa era la razón de su queja. Ya lo decía Paco Martínez Soria: el turismo es un gran invento. Además, qué sería de nuestra frágil economía sin esas buenas previsiones turísticas para este verano. Por esta razón y porque me reí muy a gusto haciendo las fotos de la torre de Pisa, yo he sido y seré... un vulgar turista.



martes, 3 de mayo de 2011

FLORENTINIZADOS




El Duomo visto desde el Belvedere

Clarice: ¿Son suyos esos dibujos Dr. Lecter?
Dr. Lecter: Ah. Ese es el Duomo visto desde el Belvedere. ¿Conoce Florencia?
Clarice: ¿Tantos detalles sólo de memoria?
Dr. Lecter:  La memoria, Agente Starling, es lo que tengo en vez de una buena vista.

Estos días en Florencia he recordado este diálogo de "El silencio de los corderos" entre el refinado psicópata Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) y la novata Clarice Starling (Jodie Foster). Contaba con 14 años cuando vi por vez primera esta película y me dejó fascinado. Quizás porque siempre me había gustado el cine de terror y sólo muy de vez en cuando una película de este género era considerada como cine de calidad. Aunque nunca le perdoné que no explicaran cómo Lecter se hace con el bolígrafo con el que se libera (sí lo hacen en la novela) me declaré fan absoluto de la película. Me sabía sus diálogos de memoria y los recitaba en plan guasa ante mis sufridos amigos Dani y Edu, mucho antes de que el término "friki" estuviera en boca de todos.

La fortaleza del Belvedere

 Paseando por los jardines de Bóboli en Florencia, me topé con la fortaleza del Belvedere, desde donde el Dr. Lecter contemplaba la bella vista florentina del Duomo y el Palacio Vechio. Con esa imagen retenida al detalle en su brillante memoria, realizó esos dibujos que deslumbraron a la joven Clarice Starling. Poniendo a prueba la paciencia de mi compañera de viaje, intenté acceder al Belvedere para fotografiar la vista desde esa zona, pero lamentablemente lo encontré cerrado. Si hubiera sido Lecter, me hubiera comido el hígado del  vigilante de seguridad "acompañado de habas y un buen Chianti" y habría disfrutado de la misma vista.
 Cerca de ese lugar y siguiendo por la orilla del Arno, se sube hasta la Iglesia de San Migniato. Antes de llegar a la misma, hay un mirador desde donde se disfruta de espectaculares atardeceres panorámicos de la ciudad de Florencia. De ahí sacamos un montón de fotos que harían las delicias de Hannibal.



Una habitación "sin" vistas

Imagen de "Una habitación con vistas"

Visitando esta impresionante ciudad, también recordamos una película que en su primera media hora transcurre en Florencia. Se trata de "Una habitación con vistas" de James Ivory: tanto mi amiga María como yo, recordábamos una escena que ocurría en una plaza donde la joven Lucy presenciaba un apuñalamiento y era atendida al desvanecerse por el joven del que se enamora. Volvimos convencidos de que la escena transcuría en la bonita Plaza de la Anunciación, pero aunque esta plaza sale en otra escena, el momento en cuestión ocurre en la famosa Plaza de la Signoria. Sin duda, ha sido un viaje de película.
 Aunque nuestro magnífico y céntrico apartamento en Florencia no tenía vistas a ningún sitio en concreto, creo que hemos podido disfrutar de todos los rincones interesantes de la ciudad y hemos vivido un intensivo y acelerado curso de arte renacentista. Ya lo dijo el mismísimo Hans Christian Andersen al visitar la ciudad y definirla como "Un intero libro illustrato", el centro de Florencia es un lugar donde no avanzas un metro sin ver algún detalle que llame tu atención.

El síndrome de Florencia

Tal estallido de belleza a cada paso que dábamos nos ha hecho bromear más de una vez con el llamado Síndrome Stendhal, también conocido como síndrome de Florencia. Este trastorno, aunque parezca broma, es apoyado por muchos especialistas y cursa con vértigos, taquicardia o desvanecimientos. Estos síntomas se producen cuando un individuo está sometido a una intensa exposición de obras de arte. El nombre se debe al autor francés del SXIX quien experimentó dicho fenómeno de saturación de belleza en su visita a Florencia.
  Aunque sí que reconocemos que nos conmovimos ante muchos detalles de la ciudad (El David, Duomo, las vistas desde los puentes, la Plaza de la Signoria... imposible quedarse con sólo un ejemplo) no llegamos a perder el conocimiento... ni siquiera con los helados de "nutellata".

Una de las innumerables fotos que hicimos desde el mirador