lunes, 11 de abril de 2011

MUERTE Y RESURRECCIÓN EN EL MONDÚVER


La cita senderista de este mes con los compañeros del instituto ha sido en el Mondúver, macizo de 841 m en la comarca de la Safor. La verdad es que el sector inexperto del grupo acudimos a la cita confiados después de nuestro éxito al coronar el Penyagolosa que está a mil metros más de altura. Pero no contábamos con que en aquella ocasión ya subimos en coche muchos metros antes de iniciar el ascenso. La ruta del Mondúver se inició desde Xeresa, a escasos 30 m sobre el nivel del mar, así que nos enfrentábamos a un desnivel de más de 800.
 El primer tramo hasta el almuerzo fue tranquilo: combinábamos pista forestal con sendas pedregosas y recibía prácticas lecciones de botánica de los compañeros más expertos. La primavera ya se había adueñado de la vegetación, el calor apretaba y a medida que subíamos íbamos disfrutando de unas espectaculares vistas de la costa.

Un curioso nacimiento encontrado a mitad ruta

 Pero después del almuerzo se planteó una ruta alternativa, así que había dos opciones: seguir la pista forestal hasta la cima, haciendo más recorrido o acceder a la misma por una senda con tramos de pendiente entre el 70 y 80%. Yo, sin pensarlo, tomé la segunda opción, la que precisamente tomaron los montañeros más experimentados, algunos de ellos con un impresionante currículum de escalada para los que el Mondúver no era más que un aperitivo. No sabía dónde me había metido...
 Es cierto que la pendiente era durilla, con tramos en los que tenías que trepar y zonas donde se habían dispuesto cuerdas para subir con más facilidad. El problema era que mis compañeros  subían como si lo hicieran cada día, incluso tenían aire para charlar tranquilamente. Yo, con ese absurdo orgullo de no ser el que pide un descanso , disimulaba en mi ascenso como si fuera uno más, pero realmente me estaba muriendo, me faltaba el aire y desde lo alto veía con arrepentimiento como el resto del grupo, los sensatos, caminaban tranquilamente por la pista forestal. En ese momento, se me ocurrió una patética excusa para parar sin parecer que mi vida estaba llegando a su fin: era imprescindible fotografiar las magníficas vistas y así dejaba que mi corazón bombeara tranquílamente sangre oxigenada por todo mi cuerpo. Pero mis compañeros no cesaban en su ritmo inhumano de ascenso y lo que no quería era perderlos de vista, a ver si encima no seguía la senda correcta y la terminaba de fastidiar. Ese pequeño descanso con la cámara me dio energía para acercarme al último de mis compañeros. He de decir, en mi defensa, que dos se rajaron y retrocedieron, pero tenían la coartada de ser fumadores habituales...
Cuando ya vi que mis fuerzas flaqueaban y decidí dejar de lado mi orgullo y comunicar que me iba a parar un rato, la deteriorada y cuarentona rodilla de un compañero le exigió un parón justo cuando me encontraba a su lado (¡Bendita sea tu rótula y tu líquido sinovial José Vicente!) Descansamos sólo 3 o 4 minutos pero mi cuerpo se restableció y mi respiración dejó su moribundo ritmo para ser capaz de articular unas palabras. Alcé la vista hacia la cima y emprendí el último tramo con una renovada energía.

Posando en la cima con el logo del centro junto a los repetidores de TV... desafortunadamente, el de TV3 ya no está

 Es curioso como al llegar al final, el subidón de alegría minimiza el sufrimiento vivido al máximo. Pasé de tocar fondo físicamente a estar pletórico y perfectamente listo para tomar el camino de regreso. Supongo que para muchos aficionados a la montaña mi experiencia les resultará una chorrada... pero para mí fue toda una gesta heroica y yo ayer renací como Luis I, Rey del Mondúver.
 Finalmente y como premio nos comimos un excelente arroz en la playa de Gandía y tuvimos una sobremesa amenizada con dolçaina y, a falta de tabal, darbuka... cosas de mis compañeros. Olvidado el mal rato, ya les he dicho que cuenten conmigo para la próxima cita después de vacaciones: el Montcabrer, le diré a mi amiga María que no se olvide del "Powerade".

Así es una darbuka

2 comentarios:

  1. Si podéis y tenéis suficientes coches, os aconsejo que subáis al Montcabrer por Agres y bajéis por Cocentaina. La cava de Agres es espectacular, pero el camino desde Cocentaina es mucho más bonito...

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