lunes, 24 de enero de 2011

TEATRO: "Por el placer de volver a verla"


 Un dramaturgo se presenta ante el público para introducir el contenido de su última obra: no es un simple repaso a su vida y a la relación con su madre, es una forma de utilizar la magia del teatro para poder, durante noventa minutos, disfrutar de este  personaje que le marcó y le influyó tanto a lo largo de los años. De este modo, asistimos a varios capítulos de su vida que transcurren desde la infancia hasta los últimos años de juventud, combinando momentos cómicos con otros más dramáticos. La madre es un peculiar personaje, exagerado, contradictorio, no siempre comprendida y sobre todo fascinada por el mundo teatral del que su hijo quiere formar parte. El teatro planteado como una dimensión paralela que sólo cobra vida cuando hay conexión con un público, o como dice ella "los del otro lado". 
 "Por el placer de volver a verla" es una obra muy emotiva, con gran carga sentimental pero sin preciptarse en el exceso. Una obra que propone un juego de emociones bien dosificado, salvo algún capítulo un poco más alargado de lo necesario. 
 Para emocionar no es necesario contar con grandes alardes técnicos ni espectaculares escenarios que desvirtuen la autenticidad y la sencillez del texto. Por eso esta obra apuesta por un original y austero escenario que va cambiando mientras se desarrollan los diferentes episodios.

 Miguel Ángel Solá está inmenso, deja pasmado la facilidad con la que pasa de la risa a las lágrimas en una misma frase y sólo por ver su interpretación ya vale sobradamente la pena ver esta obra. Blanca Oteyza en el papel de la madre también hace un buen trabajo, aunque quizás las características de su personaje hacen que parezca un trabajo un pelín sobreactuado. Al menos eso pensaron los amigos con los que fui, porque a mí me pareció que le iba bien ese tono caricaturesco al personaje.
 Ante todo, esta obra es un tierno homenaje a las madres, esos personajes a los que estamos irremediablemente vinculados y que con el paso de los años y ya fuera del nido, vamos constatando cómo siguen presentes en cada cosa que hacemos y cuánto han contribuido de manera más o menos directa, a que seamos las personas que somos.  
 En definitiva, una obra recomendable para dejarse llevar y experimentar emociones. Yo la disfruté mucho. Hasta el 30 de enero en el Teatro Principal.

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