jueves, 2 de diciembre de 2010

LA BICI DE FULANITO



 La siguiente historia es un hecho real ocurrido en L'Eliana a principios de los años noventa. El protagonista ha accedido a que fuera contada siempre y cuando no se revelara su identidad, por lo visto aún duran las secuelas de tan singular historia.

Era verano y creo que tenía unos catorce años. Si no el último, fue uno de los últimos veranos de bicicletas antes de que las vespino y otros modelos empezaran a irrumpir en el grupo. Una de nuestras actividades veraniegas consistía en ir en bici al río Turia a su paso por Ribarroja. En esa zona, el río baja con bastante caudal antes de ir repartiéndose por las acequias de la huerta. Pero no eran precisamente aguas claras y transparentes. Solíamos dejar las bicis  y cruzar a nado hasta la otra orilla , donde había una zona de hierba más despejada y no los cañizales por donde llegábamos. 
 Pero ese día a alguien se le ocurrió la brillante idea de cruzar con las bicis a hombros. Observando la fuerza de la corriente y teniendo en cuenta que mi bici era nueva, fui prudente y preferí cruzar como era costumbre. El resto del grupo agarró bien sus bicicletas y comenzó a adentrarse en el río. A medida que el cauce era más profundo , cargar con la bici y aguantar la fuerza del agua resultaba más difícil. De repente, en una zona donde ya no hacíamos pie a mitad del ancho del río, un golpe de agua hizo que a Fulanito se le escurriera su bici . El agua mezclada con tierra y la densa vegetación del fondo hacía imposible que viéramos dónde se había hundido la bici de Fulanito. Por más que se buceaba, la bici no aparecía. El río se la había tragado.
Regresamos a casa con una bici de menos y pensado qué excusa podría contar Fulanito para evitar una buena bronca . La solución a la que llegó Fulanito sería considerada hoy en día de políticamente incorrecta, pero a nosotros nos pareció muy lógica y comprensible. Fulanito le dijo a su padre que unos gitanos le habían robado la bici en el río y supongo que elaboró una trama donde sus amigos fueron incapaces de evitarlo amedrentados por esos malvados ladrones. 
 Lo que no se imaginó Fulanito es que su padre no estaba dispuesto a conformarse con la anécdota: subió a su hijo al coche y fueron en busca de los inexistentes ladrones mientras la bici seguía en las profundidades del Turia. La búsqueda, lógicamente, no dio ningún resultado, pero tal y como se había desarrollado todo,  el avergonzado Fulanito no confesó nunca la verdad y sus amigos hicimos lo mismo como muestra de solidaridad entre colegas. La anécdota sirvió a Fulanito para que, en poco tiempo, luciera una nueva y flamante Mountain Bike. A alguno que otro le darían ganas de simular un robo de su bici para obtener tan grata recompensa.
Años más tarde, uno de los que vivió la misteriosa desaparición de la bici y al que llamaremos Menganito, empezó a estudiar en el Instituto de L'Eliana. Un día que estaba en casa de un compañero, Menganito vio que en su garaje había una bici oxidada que le recordaba mucho a la que perdió Fulanito. Al preguntarle de dónde había sacado esa bici, su amigo le respondió entusiasmado: ¡No te lo vas a creer , me la encontré en el río!

El río nos dio más de una vivencia. Yo mismo vi como un día la corriente se llevaba mis chanclas y tuve que volver pedaleando descalzo, que es bastante molesto. Y en cuanto a mi bici nueva, esa que con tanta prudencia salvé del peligroso río, fue robada ese mismo verano (de verdad) por alguien que entró al jardín mientras descansábamos un día después de comer. 
 Pero como la anécdota del pobre Fulanito con su padre, buscando a unos ladrones que nunca existieron, no ha habido otra.
Hay que ver la de veces que nos hemos reído con esta historia elianera.

3 comentarios:

  1. jaja grandes veranos con maite y jesus yendo al rio turia recuerdo yo!

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  2. Me sé el nombre del protagonista de la historia, pero no lo voy a decir... Yo creo que no sé ir en bici, ¿te lo puedes creer? Me parece que no sé, porque lo cierto es que nunca he intentado subir a una. De pequeño, a los seis o siete años intenté aprender y no lo conseguí. De alguna manera, mi peculiar relación, o en este caso no-relación con la bici es una metáfora bastante exacta de mis veranos en Serra. Por cierto, que me he enterado que una vecina mía de Serra lee este blog.

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