miércoles, 15 de septiembre de 2010

PRIMER CONTACTO

 Hoy ha sido el primer día de clase con los nuevos alumnos de este año, concretamente con el grupo del que seré el tutor a lo largo del curso. Como cada año, el primer contacto es un todo un ritual en la relación profesor-alumno: 
De entrada, siempre suelen sentarse tan lejos como pueden de las primeras filas y tú les invitas a acercarse intentando evitar el tópico de "no me como a nadie" o cosas por el estilo. Una vez acceden a ocupar los primeros asientos, soltando un repertorio de muecas en el que me muestran su desacuerdo, empiezo mi presentación y las obligadas aclaraciones sobre su horario, materias optativas y demás. Mientras haces tu labor, te sientes observado de arriba a abajo, parece como si ya quisieran encasillarte en un tipo de profesor dentro de su criterio adolescente. Nosotros también prejuzgamos, las impresiones del primer día suelen confirmarse a lo largo de los meses, aunque a veces te llevas sorpresas para bien o para mal.
 Finalizado el trámite, intentas hablar con ellos, conocerlos sin quedar muy forzado pero también evitando el peligroso colegueo, buscando ese difícil equilibrio para que confíen en ti sin ceder demasiado. Ellos casi ni responden, unos por timidez, otros por dejarme claro desde el principio que son duros de pelar y a mí la situación me resulta graciosa. Cuando ya te han preguntado un par de veces cuándo acaba la hora de presentación, te rindes y les dejas salir recordándoles que mañana comienzan con su horario habitual de 8:15 a 14:15.
 A mí, esta escenita anual me hace recordar, como siempre, a una peli. Guardando las distancias, uno se siente como el jesuita Gabriel de la película "La Misión", que intenta congraciarse con los indígenas mediante la música del oboe mientras ellos le rodean con sus lanzas y flechas. Evidentemente, ni Gabriel ni yo conseguimos las cosas en un sólo día, pero ganarte su confianza para que te permitan ayudarles es mucho más difícil que explicar el más complejo de los procesos científicos. No todos podemos deslumbrar con un talento musical  como el jesuita, pero uno ya va teniendo sus recursos. Cuando acaba el curso y en vez de flechas y lanzas, algunos (y sólo algunos) te demuestran sinceramente que no quieren que te marches, es una de las cosas más gratificantes de este trabajo.

 A todos los compañeros que hoy han tenido su "primer contacto" a lo largo y ancho de nuestra geografía:


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