miércoles, 7 de julio de 2010

LA MUELA

 Desde que tenía 8 hasta los 14 años llevé todo tipo de ortodoncias que me dejaron una dentadura bastante aceptable. Esta costumbre casi semanal de ir al dentista hizo que nunca hubiera participado del miedo colectivo que la gente suele tener a acudir al dentista. Esa percepción cambió ayer.
 Una de mis muelas del juicio había crecido algo desviada lo que me provocaba bastantes molestias, y lo que parecía una simple consulta para ver si se planteaban quitármela o no, se convirtió en una extracción a traición. La doctora me lo vendió como algo sencillo que no iba a durar más de cinco minutos, así que accedí confiado, pensando que incluso tendría tiempo de sobra para acudir a la cena a la que había quedado.
 Al parecer, una de las raíces de mi muela había decidido alejarse de sus compañeras y adentrarse en las profundidades de mi mandíbula, aferrándose a ella formando un imposible ángulo que complicó excesivamente la intervención. Los cinco minutos se convirtieron en más de media hora de violento forcejeo, sangre y dolor. Poco alentaron los comentarios de la doctora diciéndome que pocas veces se había enfrentado a una muela así y mucho menos cuando se santiguó a mitad de la extracción.
 Yo ya pensaba que casi mejor era que la dejaran como estaba, que yo ya había aprendido a vivir con ella y sus molestias. Para colmo entró un compañero que al ver el panorama de la dentista torturándome y poniendo a prueba la elasticidad de mi labio, le dio por opinar diciendo: "lo mejor será partir la muela"
¿Partir mi muela? De eso nada, me agarré a los reposabrazos de la silla infernal y colaboré tirando en dirección contraria a la fuerza ejercida por la doctora y su galería de herramientas (probó más de cuatro diferentes). Por fin salió, estábamos los dos extenuados, yo creo que casi nos damos un abrazo y todo.
 Y ahora estoy aquí, dolorido pero aliviado y bien cargado de antibióticos y antisépticos. No puedo evitar, después de todo esto, acordarme de una escena del musical "La pequeña tienda de los horrores" donde Steve Martin, que interpreta a un sádico dentista, canta la canción "I'm your dentist".
 Dedicado a María, ella si fue una campeona:


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